"El rezó - no era mi religión, / El odia - no era lo
que yo odio, / El habló - no era mi idioma, / El se vistió - no era lo que yo
vestía, / El tomó mi mano -no era el color de la mía, / Pero cuando él se rió,
era como yo me reía, / Y cuando él lloró, era como yo lloro."


sábado, 26 de septiembre de 2009

El Vaticano, una Sociedad Anónima


Una verdad escalofriante


Cuando Albino Luciani se convirtió en la cabeza de la Iglesia católica romana, en agosto de 1978, se encontró al frente de una organización muy peculiar. Dentro de la Ciudad del Vaticano, Luciani disponía de una compleja estructura que no sólo guiaba la fe religiosa, sino que además gobernaba las finanzas de la Iglesia.«El Vaticano, Sociedad Anónima» es el verdadero eje y pivote de esas estructuras. No es un ente metafórico, sino que existe realmente y posee su particular filosofía.
Es a Paul Marcinkus, del Banco del Vaticano, a quien se le atribuye la frase de que «no se puede dirigir la Iglesia con preces a María». Obviamente, la fuerza de los rezos se ha devaluado en los últimos tiempos, al igual que tantas otras cosas.
A mediados de 1970, un comentario aparecido en un periódico suizo señalaba que «el capital productivo del Vaticano puede ser evaluado entre 50.000 y 55.000 millones de francos suizos », es decir unos 13.000 millones de dólares.
Si Roma no se hizo en un día, el Vaticano tampoco, y menos su actual opulencia. El problema de la Iglesia opulenta -y todos los que aspiran a seguir las enseñanzas de Jesucristo deben tener en cuenta que la riqueza constituye un problema- tiene sus raíces en el siglo IV de la era cristiana, que es cuando el emperador Constantino se convirtió al cristianismo y puso a disposición del papa Silvestre I una colosal fortuna. De hecho lo transformó en el primer papa rico de la historia.Dante termina su Infierno con estas líneas: “Ah, Constantino, cuánta miseria has causado, no por hacerte cristiano, sino por la dote que el primer papa rico aceptó que le entregaras”.Los católicos están en lo cierto cuando afirman que su fe es única y sin parangón. La Iglesia católica es la única organización religiosa delmundo que tiene corno cuartel general un estado independiente: La Ciudad del Vaticano.La moderna opulencia del Vaticano se basa en la generosidad de Benito Mussolini, quien, gracias a la firma del Tratado de Letrán entre su gobierno y el del Vaticano, otorgó a la Iglesia católica una serie de garantías y medidas de protección.La Santa Sede consiguió que la reconocieran como un estado soberano. Se benefició de la exención impositiva tanto de sus bienes como en beneficio de sus ciudadanos, que tampoco tenían que pagar derechos arancelarios por lo que importaran del extranjero. Se le concedió la inmunidad diplomática y sus diplomáticos empezaron a gozar de los privilegios de la profesión, al igual que los diplomáticos extranjeros acreditados ante la Santa Sede.Los beneficios que recibió el Vaticano fueron enormes, sin ser los menores los fiscales.
Artículo uno. Italia se compromete a pagar a la Santa Sede, en el momento en que se ratifique este tratado, la cantidad de 750 millones de liras, y a entregarle al mismo tiempo bonos estatales consolidados al 5% hasta una cifra total de 1.000 millones de liras.En la fecha en que se firmó el tratado, esta cantidad representaba unos 81 millones de dólares. En 1984, equivaldría a unos 100 millones de dólares. El Vaticano Sociedad Anónima ya se dedicaba a los negocios, y en ningún momento se ha retirado de los mismos.
Cuando el papa Pío XI empezó a buscar a un hombre capacitado para que administrara los frutos del Tratado de Letrán, su íntimo amigo y confidente monseñor Nogara le sugirió corno candidato a su hermano Bernardino, a lo que el papa accedió. Muy pronto caería en la cuenta de que había descubierto una verdadera mina de oro.
Al advertir su habilidad para los negocios, Pío XI le dejó vía libre a todo tipo de especulaciones bursátiles, incluido el juego en la bolsa y la compra de acciones de empresas cuyas actividades colisionaban con las enseñanzas doctrinales de la Iglesia. Eran empresas que producían bombas, tanques, revólveres y preservativos. Todo ello podía ser condenado desde los púlpitos, pero sus dividendos, gracias a las actividades de Nogara, contribuían a llenar las arcas de San Pedro.
Los príncipes Carlo, Marcantonio y Giulio Pacelli, sobrinos de Pío XII, eran tres miembros de la más selecta élite del Vaticano cuyos nombres empezaron aaparecer como directores de una creciente lista de empresas. Eran los “uomini di fiducia” del Vaticano, es decir, los hombres de confianza.Textiles. Telefónicas . Ferroviarias. Cemento. Electricidad. Agua. Bernardino Nogara estaba en todas partes. Cuando en 1935 Mussolini necesitó armamento para invadir Etiopía, una gran proporción del mismo le fue suministrada por una compañía de fabricación de municiones que Nogara habla adquirido en nombre del Vaticano.
En 1933, el Vaticano, Sociedad Anónima, volvió a demostrar su habilidad al entablar lucrativos negocios con los gobiernos fascistas. Al Concordato de 1929, firmado con Mussolini, le siguió otro entre la Santa Sede y el Reich de Hitler.El gestor Francesco Pacelli fue una de las figuras clave del pacto con Mussolini. Su hermano el cardenal Eugenio Pacelli, futuro papa Pío XII, fue el encargado de negociar, como secretario de Estado, la firma del tratado con la Alemania nazi.
Para Hitler, el tratado presentaba muchas ventajas potenciales, de las cuales no era la menor el hecho de que Pacelli, que ya entonces mostraba inclinaciones pro-nazis, se podía convertir en un útil aliado cuando estallara la no lejana guerra mundial. La historia demostraría lo acertados que eran los cálculos de Hitler.
A pesar de la ingente presión mundial, el papa Pío XII siempre se negó a excomulgar a Hitler y a Mussolini. Tal vez su negativa se debiera a que sabía lo irrelevante que era. Su pontificado se caracterizó por adoptar una falsa pose de neutralidad.
A los obispos alemanes les hablaba de las «guerras justas», sin olvidarse de decir exactamente lo mismo a los obispos franceses. Como resultado de esta ambigüedad, las jerarquías católicas apoyaban a Francia en Francia y a Alemania e Alemania.
Cuando los nazis invadieron Polonia, Pío XII se negó a condenar la invasión arguyendo lo siguiente: «No podemos olvidar que en el Reich hay 40 millones de católicos. ¿A qué los expondríamos si la Santa Sede adoptara semejante actitud?»
Una de las mayores ventajas que obtendría el Vaticano del muy lucrativo acuerdo que mantenía con Hitler era la confirmación del Kirchensteuer, o sea, el impuesto eclesiástico. Se trata de un impuesto estatal que aún hoy día deben pagar los creyentes alemanes, y que sólo pueden eludir si renuncian a su religión. En la práctica, son muy pocos los que renuncian a ella. Este impuesto representa por sí solo entre el 8 y el 10% del total impositivo que recauda el gobierno alemán.
Los tentáculos del vaticano, Sociedad Anónima, se extendían ya entonces a lo ancho del mundo. El Vaticano se vinculó íntimamente con multitud de bancos dispersos por el orbe.Además de comprar bancos, Nogara adquirió, para el Vaticano, los intereses mayoritarios de muchas otras empresas, que le permitían controlar sectores tales como los seguros, el acero, las financieras, la harina, los espaguetis, la industria mecánica, el cemento y la propiedad inmobiliaria.En esta relación figuran los principales hoteles que hay en Italia. La lista de edificios de oficinas y de compañías industriales, es dos veces más larga: en Francia, Canadá, Estados Unidos, México, etc.
Nogara también compró parte de General Motors, Shell, Gulf Oil, General Electric, Bethlehem Steel, IBM y TWA. Si las acciones subían y subían, era porque había hombres como Nogara que las hacían subir y subir.
Tener que pagar enormes impuestos por los beneficios bursátiles y quedar al descubierto como el propietario de innumerables empresas italianas, no le convenía al Vaticano, Sociedad Anónima, especialmente cuando alguna de estas empresas fabricaba píldoras anti-conceptivas, contra las cuales Pablo VI había invocado las iras de Dios.
El mensaje que el papa Pablo VI había dado a conocer al mundo en su encíclica “Populorum progressio”: “Nunca das a los pobres lo que es tuyo. Simplemente les devuelves lo que les pertenece…La tierra es de todos, no sólo de los ricos”.Cuando el papa Pablo pronunció esta sentencia, el Vaticano era el mayor propietario del mundo de bienes raíces.
En Septiembre de 1978, el papa se hallaba a la cabeza de una descomunal corporación multinacional, desde el palacio en el que residía.Específicamente, estaba a cargo de un vasto imperio de propiedades inmobiliarias pertenecientes al pontificado. Solamente en Roma, el Vaticano poseía más de 5.000 apartamentos de alquiler. En 1979, el importe bruto de esas posesiones sobrepasaba los 1.000 millones de dólares.En la especulación bursátil su liquidez superaba, en Septiembre de 1978, los 1.200 millones de dólares.El banco del Vaticano, que era el que Marcinkus gobernaba tenía unos fondos estimados en más de 1.000 millones de dólares y sus dividendos anuales en 1978 fueron más de 120 millones de dólares, el 85% de los cuales irían directamente a manos del papa para que los utilizara como creyera conveniente.
Esta opulencia, esta colosal riqueza, se manifiesta de muy diversas formas, entre ellas una innumerable colección de tesoros artísticos.El patronazgo artístico del Vaticano está a la vista de todo el mundo.
¿Qué hubiera sentido Jesucristo de haber regresado a la Tierra en 1978, siempre que le hubieran autorizado el acceso al estado soberano de la ciudad del Vaticano?
¿Qué hubiera sentido el hombre que declaró: “Mi Reino no es de este mundo”, si le hubieran permitido vagar por los departamentos que ocupaba la Administración del Patrimonio de la Santa Sede? Si Jesucristo hubiera vuelto al mundo en 1978, o volviera hoy mismo y tratara de entrar en el Vaticano, el resultado sería el mismo: No habría llegado ni hasta la puerta del banco del Vaticano. Hubiera sido arrestado …y entregado desdeñosamente a las autoridades italianas.

(Tomado del capítulo 4 del libro “EN NOMBRE DE DIOS” de David Yallop), por
Timoteo

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